Una vez más.

Ahí estaba de nuevo, con una soga en el cuello muy apretada, rodeado de miradas acosadoras, aclamando la muerte de un ser que sólo provoca males, que sólo provoca la destrucción, un bicho raro juzgado por una sociedad ciega, que sólo mira por encima, ahí estaba yo.
Mientras se defendía de mi, me brotaba una lágrima, que mi naturaleza impedía sostener por un minuto, sin saber de donde venía esa gota, actuaba como solía hacerlo, ¿tengo culpa yo de ser así?
Ella era protegida, pues yo era un animal que ocasionaba en ella tristeza, sufrimiento, pero, lejos de eso, siento que en mi no residía la culpa, pues mi naturaleza es ser como soy, extraje su corazón con mi brazo derecho, devoré hasta la última gota de sangre, nada me importó, ni siquiera saber que la multitud me estaba acechando, todos preparados, para darme el castigo apropiado, la horca.
Era un ser solitario que se aferró a vivir acompañado, lejos de eso estaba mi felicidad, pero no importaba, porque los demás sabían que yo no sentía ni pensaba, qué ilusos. Vagaba en mi la idea de atacarlos, uno por uno, sobre todo, tenía a alguien especial en la mira, que quería dejar como bocadillo final, yo suponía era fácil.
Me llevaría sus cabezas de trofeo, con una sonrisa saldría de ahí, soltando carcajadas tenebrosas, escupiendo sangre, porque nada me importa, soy el animal que te ha ido destruyendo, lentamente, sin que lo imagines, terminarás siendo nada, no eres capaz de huir de mi, ¿dime qué vas a hacer? ¿llamar a tu líder de confianza? ¿a la que te mete ideas para que te alejes?
Estoy en esta piedra meditando mis planes, y pensando en cual de todas tus caras atacar primero...

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